Queridas hermanas y hermanos:
Cada año, la Fiesta de Corpus Christi nos invita a renovar nuestro amor y compromiso con el don de la Eucaristía. La Eucaristía es la síntesis de toda la existencia de Jesús. Es el sacramento de su cuerpo y su sangre entregados para la salvación del mundo.
Mientras nos preparamos para la Fiesta de Corpus Christi, nos concentramos en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Nunca comprenderemos lo suficiente este misterio del amor de Dios por cada persona. Los invito a acercarse a la Eucaristía con inmensa gratitud y no ser pasivos ante esta presencia sacramental de amor puro.
Cuando entramos en el misterio de la Eucaristía con los “ojos de la fe”, experimentamos un encuentro, un encuentro con una persona que es Dios y hombre, la persona de Jesús. Es Jesús quien viene y nos da a ti y a mí la fuerza para vivir como cristianos. Es El quien nos une como comunidad en la Eucaristía, El es la fuente y la cumbre de la unidad.
Cuando reflexiono sobre la historia del nombramiento de Corpus Christi, me hago consciente de que nada pasa por accidente en los planes de Dios. Como la Diócesis y como Ciudad con el nombre de Corpus Christi debemos darnos cuenta de eso. La Diócesis de Corpus Christi incluye doce condados. Este hermoso día de fiesta nos permite unirnos como una familia diocesana en la Catedral de Corpus Christi, que es el corazón de nuestra diócesis. A pesar de que algunos de ustedes puedan vivir en Pettus o Freer o Beeville, todos somos parte del cuerpo de Cristo. La Fiesta de Corpus Christi nos ofrece un evento, un momento en el tiempo, anualmente en el que podemos juntarnos; reconocer y celebrar nuestra unidad. Esto es algo extraordinario.
Por supuesto, con la pandemia, no podemos hacer que la Fiesta de este año sea tan grande como nos gustaría. Sin embargo, incluso si no podemos unirnos físicamente, tal vez a través de la transmisión en vivo de las redes sociales, si podamos compartir y experimentar la realidad de la presencia de Dios. A medida que continuamos aumentando el número de personas a las que se les permite reunirse en un solo lugar, yo rezo por el momento en que todos podamos celebrar juntos como Iglesia.
Hemos sufrido porque no podíamos participar en el sacramento de la Eucaristía como solíamos hacerlo. Este sufrimiento nos ha hecho conscientes del gran regalo que es la Eucaristía. Estamos cada vez más conscientes de que muchos de nuestros hermanos y hermanas católicos en todo el mundo ven a un sacerdote solo una vez al mes para celebrar todos los sacramentos. Sabemos que muchos hermanos y hermanas no tienen la Eucaristía porque están enfermos o son ancianos y no pueden asistir a la Iglesia. Sabemos que hay personas que no conocen a Jesús, ni a la Eucaristía, y entendemos que estamos llamados a ser un signo de la presencia de Dios para ellos. Tenemos la responsabilidad de vivir nuestra fe y ser un ejemplo. Entendido correctamente, somos Eucaristía para los demás.
Durante COVID-19, hemos aprendido a no tomar la Eucaristía como algo gratuito. La Eucaristía es un regalo de Dios. Con este nuevo asombro y agradecimiento, estamos llenos de humildad por el amor que Dios nos muestra en la Eucaristía.
Que la celebración de este año garantice que nuestra familia diocesana se una en mente y corazón.