El obispo Michael Mulvey y el padre José Salazar encabezan la procesión de Nuestra Señora de San Juan el 2 de febrero.
David Mendez for South Texas Catholic
Encallada en el barrio de los Encinos de Corpus Christi se encuentra la Parroquia de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, Madre de la Iglesia, en donde cada año se lleva a cabo una ceremonia para cambiarle el vestido a la Virgen bajo la advocación de San Juan de los Lagos.
Es una tradición muy antigua proveniente de la devoción muy arraigada, principalmente en la gente del estado de Jalisco, México y que a través de los años se ha llevado a cabo en preparación de la Cuaresma para buscar una renovación interior, mezcla de lo humano y lo Divino para aprender a caminar con Jesús muy de cerca y con mayor intimidad.
En La Diócesis de Corpus Christi la devoción y los rituales a Nuestra Señora de San Juan de Los Lagos se iniciaron hace pocos años, con la formación de un santuario en honor a la Santísima Virgen, que mas tarde bajo el Obispo Michael Mulvey se trasladó a la que hasta entonces era la Misión de María Madre de la Iglesia, elevándola a Parroquia en el 2010.
“Dentro de las tradiciones del cambio del vestido de la Virgen he ido aprendiendo el significado, a través del dialogo con la gente,” dijo el Padre José Salazar Párroco de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos. También nos explicó, que cuando llegó a la Parroquia los feligreses le dijeron que el cambio de vestido era una referencia al cambio al que estamos llamados todos los cristianos a seguir; “a una conversión, y más que nada a entender que no es algo que se hace solo una vez en la vida, especialmente para nosotros como Católicos, sino cada vez que celebramos los Sacramentos, en un encuentro con el Señor, que nos sigue impulsando y llamando a entendernos mas y mas entre nosotros, para integrarnos en la vida de El. Por eso entendí el cambio del vestido. Lo seguimos haciendo, como la tradición lo enseñaba por dos años mas y comprábamos el vestido, hasta que un día llegó, uno de los feligreses y me preguntó que cuando íbamos a poner un área de exhibición de los vestidos de la Virgen y yo dije; aquí no es museo para eso, y es que así se hace en otros lugares, pero pensé, si fuéramos una parroquia grande de miles de personas que sin duda pudieran comprar cada año un vestido de $5,000 o $6,000 dolares, quizás para ellos, no fuera nada, pero en este barrio esas cantidades de dinero cambian el mundo; y por eso empecé a escribir sobre eso.”
“ Al tercer año de mi llegada aquí, empezamos a reunirnos para finalmente acordar que podíamos rotar los vestidos ya que la Virgen tiene ocho vestidos y la donación no tenía que ser de una sola familia sino de varias y que podíamos contribuir todos a reunir esos fondos del vestido para la cuenta de nuestros servicios sociales, porque hay muchas necesidades que satisfacer: muchas personas necesitan no solo comida sino asistencia en situaciones emergentes y no solo en lo material sino también en lo espiritual.”
“Me parte el alma cuando hay parejas y jóvenes que no pueden ir a un retiro o a un Encuentro en un fin de semana porque no tienen dinero, y usamos ese dinero también para cosas que llaman a la persona a crecer, a encontrar al Señor.”
En lo personal añadió el Padre José, “me daba vergüenza que con las necesidades que hay aquí, el pensar que levantaste esos fondos para cosas pasajeras no era justo, en cambio, ayudar a los pobres a encontrar al Señor, es parte de la misión de la Iglesia, de manera que podemos ser un lugar generoso por la generosidad de otros.”
Los vestidos de la Virgen suelen ser confeccionados a mano, con los materiales más finos, muchas veces con hilos de oro y plata, así como decorados con piedras preciosas, por eso son tan caros.
Parte de la tradición es que una de las familias done y cambie el vestido de la Virgen. Este año la familia de Miguel y Patricia Fernández hicieron el cambio del vestido, ellos vienen de un pueblo de Jalisco llamado Jesús María que pertenece a la Diócesis de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos.
Patricia nos comentó: “La donación que hicimos fue una decisión en un acuerdo familiar para apadrinar una ceremonia de amor a la Virgen,” porque en las palabras de Patricia, “ser parte de esta comunidad de inmigrantes hispanos nos acerca a nuestra propia identidad. Aquí me siento más cerca de Dios y me llega más al alma. Mi Fe era de costumbre, de habito, pero cuando me casé mi esposo me inició en la participación de la Misa, así aprendí, que es como cuando te invitan a una cena, quieres participar. Poco a poco empecé a conocer personas que me invitaban a los grupos de oración, como el que dirigía Gabi Pinedo en la Parroquia de San Felipe, donde llevé a cabo mi consagración a la Virgen de acuerdo con las enseñanzas de San Louis de Montfort. Me di cuenta que, al entender el papel de la Virgen, en el Evangelio, me encontraba en un camino directo y seguro a Dios Nuestro Señor.”
“Tenemos cinco hijas y creo que nuestro ejemplo de cristianos comprometidos, la Misa, el Rosario en casa, el servir, ser parte de la comunidad y la devoción de mi esposo y mía a la Virgen y a Dios son fundamentales para su educación,” dijo Patricia Fernández.
Para Romelia Torres, la ceremonia del cambio del vestido de la Virgen, siempre le traía mucha Esperanza, porque muchas personas participaban en la ceremonia, “El cambio del vestido de la Virgen, para mí es un cambio en lo profundo de mi ser, en donde es un nuevo comienzo. Cuando yo vine de Monterrey, México, con mi esposo y tres hijos, no sabía mucho de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, si era y soy Católica, pero me sentía extranjera. Supe del Santuario y empecé a ir a Misa y a involucrarme en la comunidad porque sentí el cambio de espíritu. Se levanto mi ánimo. Uno añora la convivencia con la gente que dejó y al encontrarse con otros en igual circunstancia, la ausencia de las personas que dejaste se hace menor. Hay momentos diferentes de compartir y convivir en comunidad y por ejemplo cuando yo saludo a las personas de mayor edad, me llena ese vacío del hogar que dejé y me lleva a convivir con ellos el mandato de Jesús, que nos amemos los unos a los otros. Mientras no haya un Cristo vivo en ti no puedes comprometerte y ayudar,” dijo Torres.
En la ceremonia del cambio de vestido de la Virgen, la presencia del Obispo Michael Mulvey marcó una diferencia este año: “Significo mucho,” dijo el Padre José, -“Él representa al padre al discípulo, a la autoridad de la Iglesia y para nuestra comunidad. Él vino a darnos ese apoyo, esa dignidad y fuerza a la tradición y estos actos son señales de la presencia de Dios, en nuestras vidas, es como recordar la bendición de nuestros abuelos, y en la Iglesia nos viene a recordar esa autoridad de que: –‘Lo que atares en la tierra será atado en el cielo, y lo que desatares en la tierra será desatado en el cielo,’ La Iglesia tiene ese poder, pero existe porque tenemos la humildad de creer en otro mundo,” dijo el Padre José.
A la ceremonia religiosa le siguió la fiesta en donde toda la comunidad participó ofreciéndose entre sí, platillos de comidas y postres de diferentes regiones y países. –“Todo fue organizado como en islas de manera que tuvimos oportunidad de platicar con nuestro obispo, todos aportamos algo y convivimos en unidad,” dijo Torres.
“Cuando entendí a la gente de esta parroquia, aprecié y aprendí a cerca de la mentalidad del inmigrante. Me di cuenta de que el Señor nos prepara el camino para el cambio. La Virgen nos sigue llamando a una vida integrada a Cristo. Meditando en ella, todas sus respuestas fueron afirmativas, incondicionales de aceptación a los cambios por amor a Dios,” dijo el Padre José añadiendo: “Para mí la vida espiritual es el encuentro con todas esas paredes, errores en donde creemos que hasta este punto llegamos, pero no, uno tiene que ir derrumbando paredes continuamente, paredes de egoísmo, de soberbia en el ego, de orgullo, de prejuicios raciales, y tratar de entender el llamado a una comunión con Cristo.”
“La profundidad del cambio interior se refleja en este cambio del Vestido de la Virgen, a través del cual la comunidad parroquial de Nuestra Señora de San Juan se prepara a vivir la Cuaresma. No es que la Virgen no merezca un vestido, sino que el vestido no debe convertirse, tan solo en un cambio social sino mas bien, en el cambio espiritual de servicio y amor que esta comunidad desea compartir.”